LA LEYENDA DEL BLUES
Johnny Winter, el legendario bluesman tejano, es
ya un habitual en la agenda de conciertos madrileña, pero para mí fue la
primera vez. Por fin pude ver (en el Lara, cómo no) a uno de los guitarristas
más sobresalientes del blues/rock, mito viviente de la música, miembro de honor
de ese selecto club de virtuosos de las seis cuerdas a los que escuchas una y
otra vez pensando '¿cómo coño ha hecho eso?', aquellos con los que has
aprendido a tocar y has descubierto la música negra de los doce compases.
Tras una breve introducción instrumental de su
banda (Paul Nelson a la guitarra, Tommy Curiale a la batería y Scott Spray al
bajo) apareció en escena la leyenda, un Winter afectado por el paso de los años
y por el de los excesos, delicado, maltrecho y cuidando cada paso hacia su
silla, pero seguro de sí mismo con su impresionante sombrero y una maravillosa
guitarra al hombro (qué alegría que ya no utilice esa Lazer, sin clavijero, tan
espantosa). El público le recibe con la más cariñosa de las ovaciones, saben
que no van a ver al mejor Johnny, pero reconocen la trayectoria, la clase, las
ganas, el esfuerzo, el estilo y el tesón que sigue demostrando el viejo lobo
del blues en cada concierto.
En el aspecto sentimental el concierto fue
magnífico, inolvidable para alguien joven como yo, una nueva oportunidad que
nos brinda el ciclo 'Leyendas con Estrella' de ver en directo a las figuras
clave de la música que amamos y que parece ya tan alejada de nuestro tiempo y
de nuestras modas. En lo musical, desgraciadamente, no pude salir tan
satisfecho. La principal causa de ello fue, sin duda, el pésimo sonido. Es un
hecho consumado el que los técnicos de sonido en España son un cero a la
izquierda, pero en noches como esta llegas a pensar que su incompetencia no
tiene límites. Es cierto que a Winter siempre le ha gustado un sonido sucio en
directo y que su banda mete mucha más potencia que cualquiera de las que toca
en un teatro como el Lara normalmente, pero no hay justificación para semejante
despropósito. La voz de Johnny (que la conserva mucho mejor de lo que cabría
esperar) apenas se alcanzaba a intuir durante la primera mitad del concierto y
los instrumentos fueron un 'batiburrillo' que poco a poco se fue arreglando más
mal que bien. Pero lo peor ocurrió nada más salir el maestro al ruedo, ya que
cuando se disponía a deleitarnos con su primer punteo... su guitarra no sonaba.
¡Tócate los cojones! Vas a un concierto de uno de los mejores guitarristas del
planeta y precisamente falla el sonido de su guitarra. De locos. El pobre
Winter estaba desconcertado, movía el volumen de su guitarra pensando que era
fallo suyo y preguntaba a su banda si era cosa del ampli, pero no querido
Johnny, no es culpa tuya, es que estás tocando en España.
Pero vayamos a lo divertido, al blues y, cómo no,
al rock and roll, porque aunque yo soy fan del Winter bluesero, es innegable
que de lo que más ganas tenían mis compañeros del público era de sus temas
rockeros, grandes vueltas de tuerca a temas ya clásicos como 'Jumpin' Jack
Flash' de los Stones, ‘Johnny B. Goode’ de Chuck Berry o 'Highway 61' de Dylan
que le dieron fama mundial a finales de los sesenta y principios de los setenta
y que no faltaron en su repertorio. Los dedos de Winter mantenían su frescura
en la mitad grave de su guitarra y empeoraba cuando se desplazaba mástil abajo
hacia la zona aguda, pero su clase sigue intacta, inmune a los años. Puede que
esté ciego de un ojo y que su salud sea delicada, pero su gusto y visión del
blues nunca le abandona y para mi gusto, fue precisamente en los blues donde
más brilló: ‘Got My Mojo Working’, popularizada por su gran amigo Muddy Waters,
o ‘Good Morning Little Schoolgirl’, grabada por Sonny Boy Williamson en 1937 y
versionada muchos años después por los Yardbirds de Eric Clapton, fueron
algunos ejemplos de lo que aún sabe hacer como pocos, aunque serían los bises
el momento culminante de la noche, cuando vimos aparecer al norteamericano entre
gritos y aplausos con su mítica Gibson Firebird y su slide. ‘Dust My Broom’ fue
la mejor canción del concierto, sonando como aquellos míticos años del blues
que nunca nos cansaremos de rememorar. Gracias Johnny, nos vemos pronto.
Pablo A. Martín Grande
Madrid, 14 de Mayo de 2014
(Fotografías de J. Andrés Martín Rojo)