En este preciso momento estaría
escribiendo, con algunos días de retraso, una amable crónica del pasado concierto de KISS en Madrid, exponiendo
lo mejor, lo peor, con el obligado repaso al repertorio, con pequeñas
anécdotas, comentarios y sensaciones vividas… Estaría hablando alegremente
de mi adorado Gene, de los muy gratificantes Dead Daisies y de la explosión de
rock and roll de la que disfruté… Pero no. No señor. Estoy cabreado, ofuscado y
encabronado (¡uy!). ¿Por qué?
Durante las 24 horas posteriores
al concierto todos los medios nos bombardearon, como era de esperar, con sus
crónicas del concierto. Todas acompañadas con unas fotos muy bonitas y un
montón de ‘Me gusta’ en Facebook. (¡Genial!). El problema viene cuando a
alguien con algo de amor, interés y respeto por la música se le ocurre leerlas.
Todas.
Aquí empieza mi reflexión:
Es realmente impresionante que en
cualquiera de ellas se diga exactamente lo mismo. Lees una y lees todas, porque no hay
absolutamente nada original en ninguna de ellas. Tópicos, tópicos y más
tópicos. “¡Vaya, KISS, los que van pintados! ¡Qué chulo!”. Para los aclamados
críticos musicales de este país, KISS son el “Circo del Sol versión rock”.
Vamos que el concierto es lo de menos, su música es sólo la excusa para hacer
un poco el payaso y tirar petardos. Claro que sí. Y esto te lo dicen los que
van a un concierto de Coldplay y se tiran empalmados tres semanas y media. Nivelazo.
Señores hacedores de crónicas:
Dejad de escribir gilipolleces, por favor. Hay gente que sabe infinitamente más
que vosotros (no lo digo por mí, ni mucho menos) que saca tiempo y esfuerzo
para escribir, por el simple gusto de hacerlo, crónicas espectaculares.
Vosotros sois profesionales leches, que se note un poco.
Como dije en Twitter durante mi
cabreo creciente, el primer disco de KISS es, sin lugar a dudas, uno de los
mejores que he escuchado nunca. Y cuando lo escuché por primera vez no sabía que
Gene Simmons tenía la lengua como la de una vaca. KISS, en traje, sin pintar y
sentados en una silla se follan al 99% de los grupos de hard rock del mundo
mundial. Así de claro. Si encima hacen un espectáculo impresionante, que no
tiene rival, pues mejor aún. Pero KISS no es un montón de pólvora y láser de
colores como dice tanto entendido, son decenas de buenas canciones, de muy
buenas canciones.
Pero bah, qué importa, mientras
tanto mis queridos amigos de la Wikipedia nos regalan frases geniales en sus escritos:
“Grandes clásicos como (…) o Hell
Or Allelujah” (Canción del 2012, ejem)
“Pirotecnia en modo Fallas Valencianas”
(Aquí, lloré)
“Cold Gin pasó sin pena ni gloria”
(Probablemente era la primera vez que la oía en su vida)
“Resulta entrañable que no
hubiera ningún cable en escena” (El misterioso mundo de lo inalámbrico)
“Reconozco que no soy un gran
conocedor del repertorio de KISS” (¡Olé tus cojones! ¿Un grupo que no cambia de
setlist en toda la gira y cobrando no tienes tiempo de darle un par de vueltas?)
En el fondo, les entiendo. Tienen
su crónica tipo para todos los grupos de abueletes preparada y lo único que
hacen es cambiar los nombres y las canciones. Que si los años pasan o no pasan,
que si sus himnos imperecederos, que si llevan 30, 40, 50 años, que si el
público estaba plagado de cuarentones, que si el viaje en el tiempo... Me cago
en la puta macho, ya no sé si leo sobre AC/DC, sobre los Stones o sobre Raphael.
Este es el respeto que los grandes
medios tienen por aquello que tanto amamos.
La música es lo primero, el resto
es secundario. Sin su genialidad, sin sus composiciones, sin sus fantásticos
discos, KISS no sería nada. En palabras de Tommy Thayer: “Las buenas canciones
son la verdadera grandeza de KISS”. A veces el titular es lo mejor que te da la
prensa.
Dicen que la música transmite muchas cosas, y es cierto, pero
hay músicos que llevan esa afirmación a otro nivel, un reducido grupo de
artistas que tienen el bendito don de ponerte los pelos de punta con una
facilidad pasmosa. Es la insalvable diferencia entre tenerlo y no tenerlo.
Booker T. Jones lo tiene. Por eso es capaz de embelesar y de hacer historia con
piezas instrumentales sencillas, por eso todo el mundo reconoce su sonido, por
eso a sus 70 años sigue dando conciertos memorables como este último en Madrid,
por eso puede dejar las teclas si le apetece, coger una Telecaster e
interpretar ‘Hey Joe’ de Hendrix, o ‘Purple Rain’ de Prince, o ‘Knockin’ On
Heavens Door’ de Dylan y hacerlas suyas, completa y absolutamente suyas. Puede
hacer lo que quiera, porque lo tiene y punto. Y vendrán mil millones de músicos
detrás, que haciendo mil millones de cosas más, tan solo serán una sombra de lo
que el maestro de Memphis, Tennessee, sigue siendo y será. Porque ellos,
simplemente, no lo tienen.
Finalizado el 2014 y ya metidos de lleno en un nuevo año es el momento de hacer un repaso a todas las películas que visioné durante los últimos doce meses. 132 largometrajes, cortometrajes, conciertos y documentales que me han hecho pasar muy buenos ratos. Cada película (ordenadas por orden de visionado) lleva su título, enlace, año y nota, con el fin de animar al lector a ver alguna de ellas o, por el contrario, advertirle de que lo que está a punto de hacer... ¡no es muy buena idea!
Al igual que el año pasado, a modo de recomendación, adjunto las fotos de las películas que mejor sabor de boca me dejaron.