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viernes, 7 de marzo de 2014

Ciclo de conferencias breves 'Criminales sin conciencia': Jim Collins


Buenas noches, soy Jim Collins, más conocido a nivel internacional como ‘el Malhechor de la Ensalada’. Si no han oído hablar de mí, cosa que dudo, les aclaro que mi maravilloso nombre artístico fue obra del periodista Rocky Joe Malone, que se refirió a mí en su reputada columna del periódico local como el peligroso psicópata que atemoriza a toda la ciudad con sus crímenes con aceite de oliva, cebolla, lechuga y, en algunos casos, huevo cocido. Básicamente, mi modus operandi consiste en esperar en algún rincón oscuro al incauto adecuado (preferiblemente con un peso menor de 130 kilos) y golpear a la desprevenida víctima con un puerro repetidas veces hasta hacerla perder el conocimiento y entonces aliñarla brutalmente. En los círculos más cool y prestigiosos de delincuentes famosos todos me conocían por mi manía de utilizar, para mis verdes fines, exclusivamente productos de primerísimo nivel y, a menudo, recién sacados de la huerta. Mis últimas víctimas han sido la sensual señorita Ensalada Mixta y su marido, banquero de profesión, el señor Ensalada Romana. Por si fuera poco, me siento muy honrado al anunciarles que hace pocos días se hizo oficial la noticia de que me será concedida una estrella en el paseo de la fama, acto precedido por una gran fiesta donde se darán cita las mayores celebridades del país.

Pero, queridos amigos, ahora todo se derrumba y mi vida pierde poco a poco su brillo. El colectivo ecologista Salvemos a las Berenjenas presentó una demanda contra mí porque consideraron inaceptable que exprimiese una berenjena transgénica en la nariz de la señorita Ensalada de Queso en lugar de una ecológica que cumpliese con la estricta normativa internacional. La justicia, con inusual presteza, ha dictaminado una orden de alejamiento por la cual no puedo ni debo aproximarme a menos de 500 metros no sólo de una berenjena sino de cualquier otra Solanácea.

He pensado repetidas veces en el suicidio, pero cada vez que coloco con esmero cebolla picada en las orejas de un anciano recupero las ganas de vivir.
 
 

domingo, 23 de febrero de 2014

La invasión británica o Estudio sobre el uso de manera indiscriminada de palabras en inglés


El siguiente texto es un fragmento del capítulo 32 del libro La historia de mi lengua y también del Castellano del reputado profesor universitario y coleccionista de sellos Gustavo Matacabras que mostramos en exclusiva y en el cual el autor expone su punto de vista sobre la utilización de palabras de origen anglosajón en el lenguaje actual.

 

(...) No me refiero ya a la utilización de 'ok' u 'okay' en lugar de 'vale' o del precioso 'de acuerdo' del que disfrutamos en nuestra rica lengua, ni tampoco de que la palabra 'petting' se imponga a nuestro 'magreo' o al célebre 'arrimar la cebolleta', hablo de la aventura que supone ir a una tienda de ropa deportiva y a la sorpresa producida al descubrir el alto nivel de inglés que se antoja necesario para encontrar sentido a las minuciosas explicaciones de la dependienta: No claro, ese pantalón no lleva bolsillo para las llaves porque es de 'fitness' y no de 'running', pero oiga, tenemos unas fundas especiales de colores para guardar el 'iPhone' o el 'Android'. La expresión que proyectó mi cara sólo es comparable a la que puso Abel cuando su mujer le anunció que Caín cenaría con ellos en Navidad. Después de este duro golpe a mi moral (y teniendo en cuenta que tengo un Alcatel) no pude más que ir a buscar mi coche al 'parking' después de recoger el 'ticket', aunque, eso sí, no sin antes tomarme un 'brunch' y comprarme un 'single' de La Romántica Banda Local.

 

Las conclusiones que podemos extraer del texto son claras. En primer lugar, que uno de los principales problemas de la humanidad en la actualidad es la dificultad de realizar ejercicio físico en la calle y poder entrar de nuevo en casa a la vuelta. En segundo lugar, y no por ello menos importante, el hecho de que al autor le gusta más La Romantica Banda Local que practicar submarinismo rodeado de tiburones, aunque el texto no alcanza a desvelar si más o menos que practicar espeleología ataviado con un traje de Napoleón.